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lunes, 13 de agosto de 2012

Felicidades señorita Nothomb.




Hoy tengo el honor de felicitar a Amélie Nothomb por su 45 cumpleaños, al igual que hice la pasada primavera con Quim Monzó.

Y es que, no es sólo gracias al autor catalán, sino también por ella, por lo que decidí que quería ser escritora.

Esta autora belga habla japonés y escribe en francés, por lo que muchos juegos de palabras, que le encantan, me los tiene que aclarar el traductor. Sin embargo, a los siete años y enamorada, Amélie decretó que escribir no estaba hecho para ella, y que la literatura era un mundo podrido.

Mi primera lectura suya fue Ácido sulfúrico, hace ya muchos años, cuando una maestra nos dio la excepcional y única oportunidad de escoger un libro de entre cuantos quisiéramos como lectura obligatoria.

En ese momento, mis padres acababan de leerlo, y me lo recomendaron morbosa y encarecidamente: tiene cosas fuertes, te gustará.

No entendí por qué había de gustarme algo por su violencia. Leí la sinopsis: un programa de televisión titulado Concentración, que emitía en directo las humillaciones a la que los prisioneros (elegidos aleatoriamente) eran sometidos a la manera de los judíos en la época del exterminio nazi.

Pero lo que más llamó mi atención fue que la bella e inocente prisionera CKZ 114, fuera el objeto de deseo de uno de las kapos, Zdena.

Aunque creo que mis padres exageraron tanto los tintes de violencia que no lo encontré para nada repulsivo. Pero sí, me gustó.



Aunque ya no volvería a leer a Amélie Nothomb, por unas cosas y por otras hasta pasados unos años, y fue con una novela con la que me sentí inquietantemente identificada: Antichrista.

Luego descubriría que esta historia tiene mucho de autobiográfico, por lo que aquello me unió mucho a esta autora.

A partir de ahí, mi curiosidad hacia ella fue creciendo, sobre todo cuando llegó la lectura (que tuve la suerte de realizar a bordo de un tren, no hay cosa más bella que leer en tren) de Biografía del hambre, fue realmente cuando empecé a amar a Amélie Nothomb.

Resulta que esta autora tiene tres tipos de libros: novelas, novelas autobiográficas, y novelas con tintes autobiográficos que, si estás muy atento puedes reconocer en un personaje anónimo una parte de su creadora.


Resulta que Biografía del hambre me permitió conocer a Amélie a la perfección, y enlazar datos más tarde en toda su obra.

La sinopsis de este libro me encanta:
“[...] Amélie Nothomb explica en este relato su vida a través del hambre y reivindica una avidez y una glotonería en muchos registros: hambre de lenguas, de libros, de alcohol, de chocolate, ansia de belleza y de descubrimiento... Amélie Nothomb afirma que tiene un apetito absoluto, un deseo jamás colmado, que no parece tener fin [...]”.

Me la sé de memoria, siempre que es tarde y mi amiga Sara y yo tenemos hambre, le suelto estas palabras, y siempre me pregunta: ¿pero qué dices? Y yo le digo: nada...

Esta mujer tuvo la excelente suerte de nacer en Japón, aunque procede de Bruselas; sin embargo ella siempre se ha considerado japonesa.

Pero, debido al trabajo de su padre como embajador, se vio obligada a dejar su paraíso nipón para marcharse a la (palabras textuales) horrible China, y después Nueva York, Bangladesh y un largo etcétera.

Si aquí consiguió transmitirme su amor por Japón, la lectura de Metafísica de los tubos la avivó aún más. Y, por el contrario, El sabotaje amoroso me confirmó la fealdad de China, no me hace falta ir a ningún sitio para comprobarlo.



Ahora mismo estoy leyendo Ni de Eva ni de Adán, otra de las exclusivamente biográficas. Resulta de lo más hermosa pues, una Amélie de 21 años deja Bruselas tras los estudios y se marcha a Japón a enseñar francés y, al mismo tiempo mejorar su japonés.

Allí conoce a Rinri, y juntos viven una historia de amor que parece idílica.
Pero no se limita a describir el paisaje nipón (que parezco estar viendo en mi cabeza con todo detalle), sino que nos remite a las costumbres que allí había en el año 1989, que no sé si habrán cambiado mucho.

Sólo sé que me dan ganas de visitar aquel paraíso de carpas naranjas, de okonomiyaki, de cerezos en flor, de montes nevados, ciudades futuristas y palacios de hormigón.

Por ahora he aprendido (además del amor hacia el lenguaje y las otras culturas), que uno debería acudir a las exposiciones por azar, con absoluta ignorancia. Alguien desea mostrarte algo, eso es lo único que importa.

Cosmética del enemigo (magnífico diálogo entre dos únicos personajes), Diario de Golondrina (gracias a cuyo asesino a sueldo descubrí a Radiohead) y Ordeno y mando (orgía de vinos, lujos y arte en un palacio sueco) han sido muy entretenidas, pero como ya señalé anteriormente, creo que los finales de Amélie Nothomb no son todo lo buenos que anticipa el principio de la historia.



Pero mi favorita es sin duda Viaje de invierno, cuya reseña publiqué el pasado julio en el blog de Leo y Comento.

Estoy totalmente conforme con el final, pero el problema es que la sinopsis lo vuelve predecible. Es un historia de amor muy bella (situada en un bello París), plagada de artistas contemporáneos, una de las cosas que más le agradezco a Amélie Nothomb.

Cuando termine Ni de Eva ni de Adán, habré leído todos los libros de ella que hay en mi estantería, sólo falta convencer a mi padre de que, en uno de sus pedidos de segunda mano, aparezca algún ejemplar suyo.

Hace unos días mi hermano, aburrido por los calurosos días que estamos teniendo, me pidió un libro, y yo le dí Cosmética del enemigo, que devoró en un día. Me pidió otro, fue Ácido sulfúrico, y ahora está leyendo Diario de Golondrina.


Mi hermano es reservado y poco comunicativo, pero sé que le han gustado.

Al igual que mis padres, peco de morbosidad por entregarle los libros más violentos, pero quiero que aprenda a apreciar a Amélie Nothomb para después darle Viaje de invierno, que por lo que conozco a mi hermano, ahora mismo lo calificaría de ñoño.

Le agradezco mucho a esta autora que evoque distintos paraísos, que describa lo necesario, que ame cada detalle, que hable sobre arte, libros y música, que alabe a la belleza por encina de todo, y lo que más le agradezco es esa conexión con la que me siento tan cerca de ella, y ojalá algún día llegue a ser la mitad de buena que Amélie Nothomb.



domingo, 8 de abril de 2012

Mis libros.



En la medida en que recuerdo, el primer libro que leí por gusto fue El fabuloso mundo de las letras, de Jordi Sierra I Fabra. 

Tendría unos trece o catorce años, era Navidad, y mis padres me habían regalado ese libro del que, lo primero que sorprende es la portada, confeccionada con diferentes tipos de letras, unas más barrocas que otras. 

Lógicamente, a esa edad, lo que más me llamaba la atención era el gran repertorio de juegos que había entre sus páginas; cada capítulo, letra capital, o rótulo estaba impreso con un tipo de letra diferente, y a color. 

El protagonista de la historia, Virgilio, cuyo nombre me pareció entonces de lo más extravagante (luego comprendería su importancia), era un chico que detestaba leer. 

Lo cierto es que no me llegué a sentir identificada con él, incluso pensé que el autor comenzó su historia de esta manera para atraer al enorme público de niños a los que no les gusta leer.

Lo más maravilloso del libro después de leer la historia es, pasar sus páginas y ver todas esas letras de distintos colores y formas y volver a realizar sus juegos y pasatiempos, tengas la edad que tengas. 


A este libro le siguió La joven de la Perla, de Tracy Chevalier. 

Mi padre me recomendó este libro después de quedar prendada de la belleza de su portada, obra del mismo título y del pintor Johannes Vermeer

Aún hoy me acuerdo de las descripciones del paisaje holandés, y de los colores y pigmentos que mezclaban criada y pintor en el taller y de... 

- ¿De qué color son esas nubes Griet?
- Pues blancas, señor.
- ¿Seguro? 
- Y grises; tienen algo de azul, también amarillo, ¡y también algo de verde! 
- Te darás cuenta de que hay muy poco blanco puro en las nubes; sin embargo, la gente dice que son blancas. 


Más tarde vi la película, en la que Colin Firth hacía muy bien el papel de Vermeer y una jovencísima Scarlett Johansson de Griet, la joven de la perla, muy fiel a la novela.

La Metamorfosis de Kafka intenté leerla, os lo juro, pero además de aburrida me resultó, debido a mi rechazo hacia las cucarachas, repulsiva. Pero diré que la versión que hizo Quim Monzó en su libro de relatos 86 cuentos, titulada Gregor (página 403) me resultó de lo más divertida. 

Como ya he dedicado toda una entrada a Quim Monzó, sólo diré que cronológicamente le corresponde ser descubierto en este punto de mi vida, donde curioseaba entre los libros de mi padre (cosa que aún sigo haciendo). 

Más tarde descubriría (también gracias a mi padre) a Amélie Nothomb

Un dato curioso es que, la escritora de origen belga que se considera japonesa, comenzó a escribir novelas el mismo año en que yo nací, y ha publicado desde entonces, una cada año; para mí, los años que tengo... aunque no son muchas para leer, le digo lo mismo que a Quim Monzó: no deje nunca de escribir señorita Nothomb. 

De Amelie Nothomb no hay películas, por suerte, creo que el director de cine que tomase una de sus novelas para la gran pantalla, literalmente se las cargaría pues, esta autora tiene el “don” de no describir nada, y dejar a la imaginación del lector poner en su mente escenario para sus historias. 


Primero fue Ácido sulfúrico, donde se recrea en forma de reality show, un verdadero campo de concentración donde, los telespectadores deciden quien irá a la cámara de gas. Resulta de lo más concienciador. 

Después fue Antichrista, duelo psicológico de adolescentes donde Blanche es sometida a abusos y humillaciones por parte de Christa, con un final nada esperado.

Más tarde fue Biografía del hambre donde, a modo de autobiografía, Amelie Nothomb nos cuenta su obsesión desde niña por la comida y los viajes a los que se vio en ocasiones premiada y en otras obligada a realizar. 

Como dice en la sinopsis, este libro reivindica: hambre de lenguas, de libros, de alcohol, de chocolate, ansia de belleza y de descubrimientos... 

Siempre es un placer leer sobre la vida de esta fascinante escritora que, por suerte ha visto mucho mundo. Quizás este sea el más descriptivo de sus libros. 


Cosmética del enemigo, de tan sólo 96 páginas es, a modo de diálogo entre dos desconocidos que se encuentran en un aeropuerto, una verdadera novela psicológica, de la que uno solo quiere conocer el final. 

Diario de Golondrina me sorprendió bastante por su argumento (Amélie Nothomb siempre logra sorprenderme cada año que pasa). 

El protagonista, después de haber bloqueado todas sus emociones para evitar el dolor, descubre en la música de Radiohead, la recuperación del deseo. 

Pero es a través del asesinato donde su vida vuelve a cobrar sentido, hasta que se enamora de una de sus víctimas cuando emprende la lectura de su diario. 

Por último puse en mis manos Ordeno y Mando, una novela en la que el protagonista se sumerge en una vida de ensueño, ocio y placeres en un oasis en forma de mansión de lujo, con sabor a champagne francés y habitado por una belleza nórdica, todo ello a través del robo de identidad. 


Aún hay muchos libros de Amelie Nothomb esperándome en la estantería, para que los devore en unos pocos días y me quede pensando, en lo bello de sus palabras y en la lección moral de sus historias. 

Más tarde llegó mi fijación por las “Lolitas”.

Sin embargo, comencé por la versión española de Lorenzo Silva: La flaqueza del bolchevique. 

Ya había visto a mi padre leer este libro años atrás pero, el título no me decía mucho, hasta que leí la sinopsis, y después la crítica, que me llevó a otro libro: Lolita, de Vladimir Nabokob y que, por suerte, también tenía mi padre. 


La lectura del primero duró tan solo dos días y fue apasionante. 

El protagonista escuchaba tanto Judas Priest como Schubert; pero además logré descubrir el por qué de ese título.

Se podría haber escrito toda una novela de esa parte donde, el protagonista observa la foto de la fría y bella princesa Romanov y se pregunta cómo hubo de sentirse el bolchevique que le dio muerte.

Una historia moderna y preciosa.


Luego le siguió la verdadera Lolita, de Navokov

Primero estudié su biografía; este escritor ruso convertido a americano fue realmente polémico ya que se llegó a pensar que si era capaz de escribir una historia así, también sería capaz de cometer los mismos actos atroces que su protagonista. 

Por supuesto, en el año 1955, la novela fue prohibida en muchos países pero, hoy día se la considera una obra maestra indiscutible de la literatura universal. 

Y comienza de la forma más bella que el lector pueda imaginar: 

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo-li-ta. 

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.


Sin embargo, el viaje que emprenden los dos protagonistas se me hizo largo, muy largo, pues parecía que yo también fuese en el viejo automóvil, observando el seco y anaranjado paisaje americano, plagado de moteles en los que la joven Lolita se hacía, en brazos de su maduro padrastro, una mujer antes de tiempo. 

Por supuesto también vi las películas (en La flaqueza del bolchevique, merecidísimo Goya a bella María Valverde, como mejor actriz revelación en el año 2003), aunque siempre me ha perseguido esta cuestión: ¿Qué fue antes el libro o la película?, ¿Debe uno antes leer o ver? Todos lo hemos hecho pero, debo decir que no siempre nos decepcionan las películas, que a veces están incluso mejor ejecutadas que los libros. 

Pero también llegué a una tremenda conclusión: se han escrito estas dos obras de Lolitas donde, el protagonista siempre es el hombre maduro y triunfador, sobre la niña inocente, delicada, bella e inexperta. 


Y digo yo: ¿por qué no escribirla al revés? Hace dos años que me estoy dedicando a escribir la historia de una joven que intenta seducir a un hombre veinticinco años mayor que ella pero, no os preocupéis, que no se parecerá en nada a American Beauty. 

Para finalizar, en esta entrada también quiero hacer una mención a otro escritor muy especial para mí que ha sabido inculcarme mejor que nadie, ese amor hacia la lectura y esas ganas de escribir.

A mi padre (lector empedernido donde los haya y al que ya no le caben más libros en casa), un señor que un día, sin saber cómo ni por qué, empezó a escribir, y ya no paró. Gracias papá.


sábado, 24 de marzo de 2012

Felicidades señor Monzó.




Hoy, día 24 de Marzo de 2012, tengo el honor de felicitar al señor Quim Monzó por su 60 cumpleaños.

Pero esta entrada no es sólo para felicitarle, sino para darle las gracias, pues es por sus libros por lo que empecé a escribir y, desde que le "conozco", decidí que de mayor, quería ser escritora.

Sus relatos han acompañado todas mis tardes de soledad desde enero de 2010, cuando descubrí entre los libros de mi padre una de sus novelas, la primera que puse en mis manos.

Estaba yo una tarde revisando un pedido de libros de segunda mano, de los que mi padre hace cada cierto tiempo, cuando uno de ellos me llamó realmente la atención: era de color violáceo y se titulaba: "La magnitud de la tragedia", cuya portada es, al igual que todas las de Monzó (como descubriría más tarde) del pintor Mark Tansey. 



Instintivamente le di la vuelta al libro, para revisar la sinopsis y dejarlo sobre la mesa, como hacía siempre con todos los libros de mi padre; pero esa vez fue diferente:

"Un trompetista consigue, finalmente, el sueño que ha acariciado durante semanas: salir con la vedette del teatro donde trabaja. [...] ...al trompetista le sobreviene una erección tremenda, permanente, que no cesará en toda la novela".

Obviamente, esas palabras llamaron mi atención y pensé que, de entre tantos libros, mi padre no echaría en falta aquel de tan reducido tamaño.

Decidí leerlo a escondidas, para no tener que dar explicaciones; al principio por la curiosidad, pero después descubrí en esta novela corta de Monzó, el tipo de narración para mí, más perfecta.

Sobre Quim Monzó se dice, (para no ser yo la única que hable):

"Se ha convertido en el indiscutible primer escritor de su generación, en lengua catalana".

"La crítica europea relaciona a Quim Monzó con Kafka, Borges y Rabelais".

"Monzó es un escritor que mezcla dos registros: uno que podríamos denominar realista y lírico; otro, fantástico y grotesco. Como Navokov, Monzó tiene un virtuosismo que le permite jugar desesperadamente con las palabras, y una dolorosa lanza de acero que perfora la máscara de sus brillantes bromas".
Le Monde, París.


Como era de esperar, mi padre me descubrió cuando casi había terminado el pequeño librito, y le pregunté si tenía más; para mi suerte, mi padre buscó en la estantería dos de sus libros de relatos que, según me dijo, era el género que mejor sabe llevar el autor catalán.

Dediqué todo un verano a leer: "El mejor de los mundos" y "Ochenta y seis cuentos".

Quedé aún más maravillada que con el primero que leí, la novela corta.

Pude apreciar cómo este señor es capaz de, escribiendo un relato de una sola frase, tenerte un día entero pensando en lo leído.

Ya que ochenta y seis relatos son muchos y, sabía que algún día querría releerlos, decidí guardar en el libro, a modo de marca páginas, una hoja de papel, con una lista de todos los relatos y una especie de puntuación personal para saber cuáles me habían gustado más, cuáles habría de releer, cuáles recomendar...

Después le seguirían "Mil cretinos", de nuevo un libro de relatos, y después, "Gasolina", otra novela corta; libros que yo adquirí en una macrolibrería del centro y que, después de estos ya mencionados, ya no volví a ver otro libro de Quim Monzó, pues hay gran parte de su obra que aún no ha sido traducida del catalán.

Por suerte, leí en una de sus muchas biografías de internet, que Quim Monzó publica cada día una columna en el diario catalán La Vanguardia, que desde entonces leo siempre que puedo. 



Pero es frío, muy frío el contacto con la pantalla rectangular, prefiero mil veces acariciar el lomo de sus libros, pasar sus rugosas páginas con olor a celulosa, o a flores (adoro esconder flores en los libros) y, hacer lo que instintivamente hago cada vez que termino un libro que me ha llegado al alma: cerrarlo, abrazarlo y sonreír en soledad mientras lo devuelvo a la estantería, muy segura de que volveré a leerlo en un futuro no muy lejano.

En una ocasión llegué a preguntar a mi padre, lector empedernido donde los haya:


"¿Has leído alguna vez a algún autor que te hiciera pensar que su obra estaba dedicada a ti?"


Mi padre se rió y dijo: "Puede que me pasara eso a tu edad".


Me sentí ridícula con su respuesta pero, entre nosotros, aún sigo pensando que las obras de Quim Monzó están unidas a mí místicamente.


Supongo que a todos nos habrá pasado, y que, como mi padre, habrán tenido a lo largo de su vida decenas de escritores favoritos, según la etapa por la que uno esté pasando.


Pero yo solo sé que jamás olvidaré a Quim Monzó, pues fue a partir de él cuando yo empecé a escribir y espero no parar nunca.

Para quien quiera conocer un poco más a mi escritor favorito, no le recomiendo internet: vaya a las librerías y haga como yo; lea primero los títulos, mire la portada, si se trata de una pintura mírela aún más, y no se quede en la sinopsis, ábralo y guarde flores en él, así viven los libros, así se determina su esencia, si no abrimos los libros los estamos condenando a morir sin ser leídos pero, por suerte, ellos viven mucho más que nosotros.




A continuación les dejo información de Quim Monzó, pues yo en esta entrada no trataba de hablar tanto de su vida, sino describirles lo que siento cada vez que abro uno de sus libros.

Además de sus novelas cortas, sus relatos, artículos y demás, cuenta con un gran número de premios y reconocimientos.

Y en dos ocasiones, el también director catalán Ventura Pons, ha llevado a la gran pantalla dos películas a modo de cortometrajes que encajan perfectamente con los relatos de Quim Monzó, yo he tenido la suerte de poder ver la primera pero, a pesar de ser una gran amante del cine, prefiero imaginar sus disparatados personajes.


* "El por qué de las cosas", 1994.


"Friso minimalista en quince episodios sobre el comportamiento humano (deseo, sumisión, amor, celos, sensatez, honestidad, sinceridad, pasión, fe...) situado entre dos historias fantásticas sobre la voluntad y la duda. Basada en relatos cortos de Quim Monzó".
Filmaffinity.


* "Mil cretinos", 2011.


"Quince historias contemporáneas de Quim Monzó en las que, con un humor sarcástciso y sin concesiones, se hace balance del dolor, la vejez, la muerte y el amor, pero sobre todo de la estupidez humana".
Filmaffinity.


Aquí dejo una de sus muchas entrevistas, por el programa Página 2, donde tenemos el placer de oír a Quim Monzó recitar, con su estupenda voz, el principio de uno de sus relatos: "El amor es eterno" en "Mil cretinos", página 23.




No sé si llegará a leer esto algún día pero: Felicidades señor Monzó, que cumpla muchos más y, por favor, no deje nunca de escribir.