viernes, 17 de febrero de 2012

Corazón/es


De nuevo las imágenes de Egon Schiele.


Muchacha sentada, 1911.

Como cada día, el señor Balaguer se queda hasta muy tarde trabajando. Hace casi treinta años que es forense y, como desde hace veinte es viudo, no le importa tener el turno de noche. 

El señor Balaguer roza los sesenta años; es de estatura más bien alta y complexión ancha, su pelo ya es más gris que negro y sus ojos, verdes. 

Al señor Balaguer le gusta mucho pasear durante el día, de hecho es lo único que hace desde que sale el sol hasta que se pone. 

Siempre procura almorzar en la misma cafetería, aunque todas le parecen iguales, con esas camareras de escote profundo y tacones lejanos; y después irse a pasear. 

Normalmente suele llevarse un libro, pues detesta los periódicos y prefiere las novelas de amor, siempre con final triste, como el de su vida. 

Cuando el sol se pone, a eso de las ocho en su ciudad, el señor Balaguer se va a trabajar. Es el forense más antiguo y el más respetado, por eso siempre exige trabajar sólo. 


La muerte y la muchacha, 1915-1916.

En la soledad de su trabajo no puede evitar, como cada día, recordar la ausencia de su mujer, Blanca, a la que él mismo tuvo que hacer la autopsia. 

Después de la pertinente investigación, la policía averiguó gracias a los datos del señor Balaguer, que a su mujer la habían violado y golpeado en la cabeza con un cenicero de cristal. 

Traumatismo craneoencefálico producido por objeto contundente. Más tarde se supo que el asesino era también el amante de su mujer. 

Es lógico pensar que el señor Balaguer tuviera después de esa noticia, odio hacia su adúltera mujer, pero no podía evitar pensar en ella de la forma más bella, por eso se limitaba a recordar el momento en que se conocieron, en aquella cafetería; plato del día: ensalada de marisco con gambas rebozadas, bebida y postre incluido, especialidad: cafés variados y pastel de cerezas. 

Aquella noche, la policía trajo al señor Balaguer el cadáver de una joven, que no llegaría a los dieciocho años. 



Muchacha muerta, 1910.

Según la ficha se llamaba Victoria; la habían asesinado esa misma tarde, a eso de las cuatro, junto a una cafetería del centro. 

El señor Balaguer solo tenía que buscar pruebas, y determinar la causa de la muerte, que parecía ser un navajazo en el vientre. 

Se puso su bata blanca e impecable, además de la mascarilla y los guantes de frío látex; entonces cogió el bisturí y, sin dudar, la abrió en canal. 

Parece increíble que, a pesar de haber descansado lo suficiente, al muy sobrio y experimentado señor Balaguer, le pareciera haber escuchado latir el corazón de la joven. 


Joven dormida, 1909.

En ese mismo inquietante instante, llega el detective que le entregó el cuerpo de la joven, con algunos de los objetos personales que encontraron junto a su cuerpo; y que pensó que podrían serle útiles para la investigación. 

En la mochila de Victoria había, además de las típicas posesiones de una adolescente, un bloc de notas de color corinto. El señor Balaguer sintió la necesidad de leerlo. 

“Hoy me han vuelto a despedir, nunca conseguiré el dinero suficiente para poder ser azafata de vuelo.
León me ha pedido matrimonio, aún no le he dicho que estoy embarazada, creo que ha encontrado en la basura el test de embarazo. 
Me han contratado en una cafetería del centro, junto al parque, empiezo a las ocho, estoy muy ilusionada, pero aún no le he respondido a León.
León me ha llamado, dice que necesita una respuesta, porque tiene que comprarse un traje decente para la ocasión, creo que está esperando a que le diga que ya estoy casi de tres meses. 
Hace ya una semana que trabajo en la cafetería y, todos los días, a las dos en punto, viene un hombre y se sienta a leer en la mesa de la esquina, la que está junto a la ventana. 
No sé por qué pero me da cierta vergüenza acercarme a él, me recuerda tanto a alguien... pero no sé a quien. 
Hoy he soñado con el hombre de la cafetería, comíamos pastel de cerezas en la mesa de la esquina, junto a la ventana. ” 


Desnudo con medias azules, 1912.

En la última página del diario hay un retrato masculino, firmado por Victoria. El hombre roza los sesenta años; es de estatura más bien alta y complexión ancha, su pelo es más gris que negro y sus ojos, verdes. 

Al cabo de unas horas de duro trabajo, el señor Balaguer demuestra que León, el novio de Victoria, cansado de esperar una respuesta de la joven, decide espiarla en el trabajo, y descubre su repentina fijación por un señor bastante mayor que ella, a quien cree su amante y culpable del embarazo.

León esperó a que Victoria saliera de trabajar, a eso de las 4 y le clavó una navaja en el vientre, haciendo imposible que ni ella ni su hijo se salvaran. 

Una vez finalizada la investigación y cerrado el caso, con León entre rejas, la policía se llevó el cadáver de la joven y, sin saber por qué, al señor Balaguer sigue pareciéndole oír no uno, sino dos corazones latir.


La madre muerta, 1910.

3 comentarios:

  1. Preciosa frase final, me gusta como lo has envuelto todo en la misma experiencia pasada del protagonista, como el hecho se repite de la misma forma, me ha gustado a teniendo en cuanta que es algo diferente con respecto a los demás que has escrito, sigue así, estupendo trabajo.

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  2. Una historia tremenda, Paloma. En esta ocasión se deshizo el triángulo de un solo golpe de acero llevándose dos vidas por el precio de una. ¡Bien narrado!

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  3. Ds corazones que en su recuerdo seguiran latiendo por mucho tiempo.
    Un final sorprendente para un buen relato.

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