jueves, 8 de marzo de 2012

La Venus del Espejo.




Desde que era niña, Venus ha visto pasar gran parte de su vida ante el espejo. 

Frente a la lámina especular dio sus primeros pasos y, como toda niña de pocos meses, no supo reconocerse ante su propia imagen cuando aprendió a avanzar un pie y después el otro. 

A medida que fue creciendo, pasaba más y más horas delante del espejo; siempre se iba sola, quizás influya el hecho de que fuese hija única y sus padres siempre trabajaran. 

Las horas que no estaba en el colegio, las pasaba ante su reflejo, viéndose jugar primero con muñecas, después con puzzles y por último con libros; adoraba verse haciendo todo tipo de cosas, incluso uno de sus mayores placeres, comer chocolate. 

Le gustaba ver el gesto de placer en su cara cuando olía, mordía y lamía el chocolate, y esa increíble sensación al tragarlo, pero después todo se acababa. 

Pasaron unos años y a Venus aún le gustaba estar ante su espejo, pero ya no perdía el tiempo jugando ni comiendo, ahora era su imagen la que la obsesionaba. 

Como toda adolescente, adoraba simplemente observarse durante horas, había memorizado cada lunar, cada mancha de su cuerpo, había calculado miles de veces la distancia que había entre sus ojos, y si era proporcional a la de su nariz y boca, por todo eso de la proporción áurea y que si tenía la cara en armonía y que si sus facciones eran perfectas...

Era una chica bastante normal, ni muy bella ni tampoco desagradable, pero había algo que la hacía especial, y era su gran capacidad de observación, su memoria fotográfica, el poder retener cada detalle... tanto que se sabía su imagen de memoria. 

El tiempo que pasaba en otros lugares se le hacía eterno, y siempre intentaba buscar algún espejo por la ciudad; a veces entraba en los probadores de las tiendas con un vestido que ni se probada, lo único que hacía era observarse, hasta que oía que cerraban la tienda y se marchaba, sin el vestido por supuesto.



Cada escaparate, ventana de un automóvil, cuchara de una cafetería, en cada lugar era capaz de encontrar algo en lo que ver su rostro reflejado y así poder verse durante horas..., horas que para ella eran efímeras. 

El enorme espejo de su habitación era testigo de tantos tipos de pecados..., no sólo el hecho de atiborrarse de chocolate, uno de sus mayores vicios, sino el momento en el que Venus descubrió un lugar en su cuerpo que le hacía sentir mucho más placer que el chocolate. 

Era capaz de pasar días enteros acariciándose, pero más que eso, le gustaba ver su cara, sus gestos, la manera que tenía de echar su cuerpo hacia atrás, de pasar su lengua involuntariamente entre sus labios, la forma en que se erizaban sus pezones y todos los vellos de su cuerpo despertaban de un sueño profundo y el cerrar de sus ojos en el momento álgido... 

En esta época y tras muchos años de soledad, debidos a la prematura muerte de sus padres, Venus pronto conoció a alguien. Fue en uno de sus paseos otoñales, pues odiaba salir durante las estaciones fuertes, para ella el verano y el invierno era mejor pasarlos delante del espejo. 

Por eso prefería ir a pasear cuando las flores empezaban a salir y las hojas, al contrario, se iban cayendo. 

Él estaba en el parque, leyendo un libro. Se llamaba Diego. 

Se sentó junto a él como si se conocieran de toda la vida. 

-Hola, le dijo Venus con toda la naturalidad con la que saludas a tu propio reflejo. 

-Hola, ¿cómo te llamas?, le preguntó él más sorprendido por su dulce aspecto que por su repentina irrupción. 

-Venus, le contestó con total normalidad.

-¿Conoces el cuadro de la Venus del espejo de Velázquez?

-No, dijo ella.

-La imagen de su rostro en el espejo está difusa, Velázquez no quiso que se la reconociera, pues como modelo para esa Venus tomó a su amante. 

-A mí me encanta mirarme en el espejo, le dijo ella con una sonrisa.



Sin pensárselo dos veces, Diego y Venus se dieron la mano y ambos corrieron a casa de ella. 

Nada más abrir la puerta comenzaron a besarse, y una cosa llevó a la otra. 

Diego y Venus se amaron toda la noche, y el espejo fue el único y mudo testigo de lo bella que puede ser la vida en compañía. 

Por supuesto se fueron a vivir juntos, se casaron, y se juraron amor eterno. 

Y él siguió hablándole de arte y ella cocinaba para él, y pasaban las horas mirándose, aunque ella no olvidó del todo su obsesión por los espejos. 

Hubo una ocasión en la que, como todas las tardes, Diego estaba trabajando y Venus le esperaba en casa con una gran sorpresa: se había pasado toda la tarde recubriendo la casa de espejos, por todas las paredes, en el techo, en el suelo... estaba tan ilusionada que ni siquiera se dio cuenta de la expresión de pánico que puso Diego al entrar en casa.



Como en cada matrimonio, ciertas discusiones hacían más frías las noches en las que dormían separados, uno junto al otro pero sin decir nada, sin tocarse... pasaban los meses y Diego cada vez la miraba menos... 

Venus intentaba evitar mirarse al espejo, pues cada vez se reconocía menos; los lunares y manchas que memorizó en su adolescencia, se habían triplicado, y su pelo había perdido el brillo que tenía con quince años, ya no era la misma del espejo. 

Pronto supo que, al igual que Velázquez, Diego también tuvo amantes, y eso Venus no pudo soportarlo. 

Terminó por echarlo de casa, prefería vivir sola su vejez y que nadie más viera esas arrugas que se convertían en surcos infinitos que atravesaban todo su cuerpo como si de un río se tratase. 

Los años pasaban, pero Venus intentó serle fiel a su único amigo, el espejo. 

Ya resultaba imposible memorizar ese rostro que cada día era más viejo, pero a Venus se le ocurrió una idea.  

Después de despedirse de su único amigo en la vida, rompió el espejo, cogió el trozo más grande y afilado que encontró, y desfiguró su cara, para poder ser siempre un mero reflejo de La Venus del espejo.


3 comentarios:

  1. Bellisimo texto, inspirado en Venus, la diosa del amor. Gracias por compartirlo, Paloma.
    Un abrazo,

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  2. El espejo suele ser obsesión en muchas personas, pero sólo de lo externo, no para adentrarnos en nuestro interior y conocernos verdaderamente, de ahí que el espejo sea sólo un espejismo, una fachada a la que solemos cuidar más que a lo que verdaderamente somos.

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  3. El tema en si del relato me ha gustado, pero si me permites una critica constructiva la historia entre Venus y Diego es la parte que parece algo mas coja en el relato, demasiado brusca, acelerada... se me hace poco "creible", desarrollando un poco mas esa parte ganaría muchos puntos, bajo mi opinion.

    Por lo demas muy en tu línea, es decir, me gusta la importancia que le das siempre al nombre, ayudando a la construcción del personaje.

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