martes, 20 de noviembre de 2012

Relato apoteósico.


Querido diario, me llamo Paloma y tengo siete años. Hoy es el gran día.
Llevo todo el curso enamorada de Iván. Nadie lo sabe, ni mis amigas, ni mi madre, ni mis muñecas.
Hoy es el último día de clase, mañana empieza el verano y nos dan las vacaciones. Iván y su familia se marchan a Japón, no volveré a verle, y por eso tengo que decirle que le quiero, para que se quede conmigo.
Si le digo que le quiero, no subirá al avión; nos cogeremos de la mano e iremos a bañarnos al lago.
Querido diario... deséame suerte.



Esa mañana, después de salir del colegio, Paloma tomó aire y fue hasta Iván, que por suerte estaba solo.
-Hola.
-Hola.
-Tengo que decirte una cosa.
-¿Qué es?
-Que te quiero.
-¿Y qué?
-Pues que ya no tienes que irte a japón, puedes quedarte conmigo, iremos al lago a nadar.
-No quiero quedarme contigo.

Iván se fue, dejando sola a Paloma. Los niños la miraban, pero eso no le importaba, no podía dejar de pensar en los ojos de Iván, verdes y fríos, y en sus labios al decir: no.
Congeló esa imagen en su cabeza, se le daba muy bien tomar fotografías mentales.
Esa tarde, Paloma salió sola, el día era tan cálido como los abrazos de su abuela.
Ella y su diario se sentaron en la hierba, que aún era de un verde primaveral.



Querido diario: le he dicho a Iván las tres palabras más bonitas que se le pueden decir a alguien.
También le he dicho que se quedase conmigo, y él me ha dicho simplemente: no.

Seguramente, ya nunca más tendré fuerzas para pronunciar estas inminentes palabras a alguien y volver sufrir la humillación de la total y absoluta soledad.
Mi cuerpo y mi mente crecerán, pero a ritmos diferentes, y yo dejaré las meriendas por las pastillas, para poder ponerme los vestidos estrechos.
Cuando crezca lo suficiente y los hombres me deseen, intentarán de mil maneras acostarse conmigo; yo por supuesto me negaré a darles tal satisfacción y monstruos me atacarán con su única garra detrás de cualquier bar de copas, porque yo estaré flotando en una nube de polvo rosa.
Inevitablemente, me quedaré embarazada, sin saber quien es el ser que sin permiso ni delicadeza germinó mis entrañas.
Mis padres antes de calmar mis angustias, intentarán olvidar lo sucedido presentándome al hijo de la vecina de la prima de mi abuela, alegando que es el hombre perfecto para mí pero, qué sabrán ellos de mi.
Querrán que nos casemos, que tenga sus hijos y que todos los domingos, después de ir a la Iglesia, prepare la cena, sumisa y devota.
Sin opción a elegir, saldré con ese hombre, y él me tratará como a una reina, me hará sentir por un momento el único ser con vida del planeta.
Hasta que un día, yo me tropezaré sobre su puño, sin más remedio que aprender a borrar mis heridas. Pero le perdonaré, pues fui yo en la condición de Eva la que provocó todos los males de la tierra.
Un día llegará a casa en estado alucinógeno, y de una paliza me dejará inconsciente.
A las pocas semanas, nacerá mi hija muerta, pero yo me alegraré por ella, tendrá la suerte de ir al cielo de los inocentes, de los ingenuos, de los buenos, sin pasar por el juicio de las almas.
Después de abandonar a mi Adán, mis padres dejarán de hablarme pues, según ellos, según el mundo y según su Dios, siempre hay que perdonar.
Sumida en la total depresión de la soledad, iré a buscar trabajo, seré la secretaria de algún político corrupto, y le llevaré el café a diario, con escote y una gran sonrisa.
Pero un día me desmayaré entre la multitud, y despertaré en el hospital más cercano con un pecho extirpado, ya nunca más volveré a mirarme en el espejo...

Por un momento, Paloma empieza a temblar.
El diario está lleno de jeroglíficos inexplicables, ni rastro de una sola palabra.
La noche empieza a caer despacio, como una bolsa atrapada en una corriente de aire.
Paloma se levanta, ha dejado sobre la hierba un surco humano, como una huella de vida.
Ya es hora de irse a casa, piensa. Con su diario en la mano, se acerca a cruzar la calle.
Recuerda que mamá siempre dice que hay que mirar antes de cruzar pero, para qué...



2 comentarios:

  1. ¡Soberbio, Paloma, soberbio! Me has llevado enganchado de la primera a la última palabra.
    ¡Felicidades!

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    1. Gracias Francisco, tus palabras me animan mucho.
      Me alegro de haberte tenido enganchado de principio a fin.

      Un saludo.

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