viernes, 27 de enero de 2012

Música.




Como todos los días Minuet abre la tienda de música de su tío, lleva casi un año trabajando allí, vendiendo instrumentos de segunda mano. Aunque ella preferiría estar estudiando, pero aún le falta dinero para poder ingresar en el conservatorio, y por eso acude allí cada día, a ver a la misma gente. 

No es una tienda muy frecuentada, pero al día acuden como mínimo un par de personas. Para no aburrirse, Minuet comenzó desde los primeros días adivinando, según su apariencia, qué instrumento elegirá cada persona. Y nunca falla, la gente es tan predecible... 

En una ocasión, un hombre que tenía pelo por todo el cuerpo y de rayas verdes los pantalones, se llevó cuatro tambores y seis baquetas. Una chica con jersey de cuadros y falsa plisada venía en busca de un arco para su precioso violín color miel. También, en otra ocasión, una pequeña banda de rock compuesta por niños de once años venía en busca de guitarras eléctricas de colores, que ni podían sujetar: ese día Minuet vendió dos stratocaster (una rojo vino y otra azul cian) y un bajo de cinco cuerdas color marfil, además de la batería y el micro. 

Pero ella solo rezaba cada día para que nadie se llevara el piano negro de cola. Desde el primer día que lo vio comenzó a ahorrar, pues sabía que su tío no se lo regalaría nunca; ya le quedaba menos, pero se acercaba la feria musical (que se celebraba cada otoño en la ciudad) y cada vez acudía más gente a la tienda. Y uno no compra un piano negro de cola todos los días... 

Sin embargo, una tarde Minuet vio roto su sueño cuando una chica que entró a la tienda se quedó mirando el piano. Tendría unos veintitantos años, como ella. Su apariencia la desconcertaba, pues no había visto nunca antes a alguien así: llevaba un largo vestido, negro y muy ceñido, y su pelo era tan rojo como la sangre. 

- ¿Cuánto cuesta este piano? - Preguntó la pelirroja con mucho entusiasmo. 
- No está en venta. - Se apresuró Minuet. 
- ¿Cómo que no? Entonces no estaría aquí a la vista. - Se extrañó la desconocida. 
- Está reservado, ya lo han pagado y pronto se lo llevarán. - Mintió, y muy mal. 
- ¿Quién? - La chica pelirroja sabía que la estaban engañando. 
- Nadie, la que quiere comprar ese piano soy yo. - Admitió Minuet. 
- Pues yo también lo quiero. - Se impuso la pelirroja. 

Se miraron durante largo rato... y cada vez la situación era más incómoda. Minuet no sabía dónde esconderse, y la atractiva pelirroja no dejaba de observarla de una manera muy desconcertante. 



- Ya sé qué haremos. - Dijo la desconocida. 
- ¿Qué?
- Lo vamos a echar a suertes, con un juego muy sencillo. 
- ¿Cuál? 
- Vamos a poner una canción. Haremos el amor al mismo ritmo y la primera que alcance el orgasmo se quedará con el piano. 
- Vale. 

La elección de la música era difícil. No podía ser monótona, debía tener ritmos alternantes: despacio, rápido, despacio y rápido, para que el éxtasis fuese apoteósico. 

Colocaron una alfombra en el suelo; se quitaron la ropa y se miraron: una con curiosidad, la otra con deseo. Y comenzó la melodía. 

No hicieron falta las palabras, solo la respiración acompasada, los latidos acelerados del corazón, el sudor frío, la humedad resplandeciente... 

Mágicamente, en el mismo momento en que una cerraba los ojos y se mordía los labios, la otra emitió un sonido infinito y ahogado, alcanzando ese éxtasis apoteósico a la misma jodida vez. 

Duró un par de minutos y ambos cuerpos parecían estar flotando, lejos de sus mentes que andaban allá por las nubes de colores.

- Nos hemos corrido al mismo tiempo. 
- Sí. - Dijo Minuet. 

Entonces, la chica pelirroja, aún desnuda cogió el martillo que llevaba en el bolso y se dirigió hacia el piano, que destrozó en silencio. Minuet pudo ver una lágrima que salía de su ojo izquierdo y acababa entrando en sus labios, sintiendo el sabor salado que se fundía con los flujos sexuales aún existentes en su boca. 

- ¿Por qué lo haces? 
- Porque ninguno de los tres podíamos estar juntos. 

Y, antes de irse, Minuet le dijo: 

- No sé tu nombre. 
- Valls...


4 comentarios:

  1. Guau, vaya historia de músicas tan sensualmente atractivas que has escrito hoy. Ya me dijiste en el anterior que me iba a gustar y es cierto. A veces es mejor dejar las cosas rodar y si no se pueden compartir pues que la vida siga. Por supuesto me quedo con la Strato creo que la azul, jeje.
    un abrazo de sabores

    ResponderEliminar
  2. No esperaba ese final y me he quedado sin saber que decir.

    Si no se puede compartir mejor cada uno por su lado. Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Buena historia, me encanta como la has hecho rodar hasta ese final que no esperaba al leerla, de la idea que te hace pensar en cuanto la empiezas y el cambio brusco de la historia que le haces, ellas estaban conectadas de una manera muy fuerte, tanto que les hace tomar la decisión de destruir el piano. Buen trabajo, enhorabuena^^.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por vuestros comentarios, aunque no he quedado muy contenta con ciertas partes del relato. Creo que dejaré pasar unos días, lo releeré y, si lo veo oportuno cambiaré lo que no me guste.

    ResponderEliminar