viernes, 27 de abril de 2012

Historias para no dormir antes de un examen.




Se podría decir que Victoria es la típica adolescente de diecinueve años, pero entonces estaríamos mintiendo. 

A Victoria le encanta leer y, aunque ella aún no lo sepa, escribe maravillosamente bien: su sueño siempre ha sido ser escritora.

Sin embargo, a Victoria siempre le ha costado dormir, mucho, y más cuando al día siguiente tiene un examen. 

Esto no debería suponer un problema, ya que las horas que ocupan la noche, ella las dedica a estudiar, siempre se le ha dado bien. 

Pero, inevitablemente, el sueño se acumula en sus párpados como el agua de las nubes, y Victoria pasa las noches llorando por no poder dormir.

También inevitablemente, multitud de problemas pasan por su cabeza, desbancando a las ovejas blancas que deberían estar custodiando su sueño.

Victoria intenta evitar tener que pensar en todo eso, pero los demonios se apoderan de ella. 

Primero piensa en su familia.

Los padres de Victoria hace años que no duermen juntos, pero ahí siguen, dándole de comer a sus hijos. 

También dedica su insomnio a pensar en todos los complejos que puede tener una joven de diecinueve años. 

A esta altura de su vida, Victoria tiene las típicas amigas que podría tener y ha salido con algún que otro chico, pero en realidad no sabe muy bien por qué; últimamente cree que le gustan más las mujeres del cine de los años 50 que, a su parecer eran más bellas que las actrices de hoy día. 

A parte de su inclinación sexual, a Victoria le preocupa no poder quedarse embarazada. Hace unos meses leyó una novela en la que violaban a la protagonista, y esta nunca pudo tener hijos. 

Victoria no se lo ha contado a nadie, pero una vez fue violada por un amigo suyo en una discoteca, a eso de las siete de la mañana. Ella apenas se acuerda, pues los polvos de ángel y las pastillas rosas borraron su conciencia, pero desde entonces, sufre insoportables dolores en la vagina.



Es a partir de ahí por lo que empezó a sufrir insomnio, y las pocas horas que consigue dormir sueña con luces rojas y un frío suelo lleno de alcohol por donde ella camina descalza. 

Entonces llega el día del examen más importante y para el que Victoria ha dedicado todas sus horas de sueño. 

Antes de salir de casa se mira en el espejo, jamás podrá borrar esas ojeras. 

Victoria llega a clase mirando al suelo, el suelo es mil veces más interesante que la gente. 

Observando el suelo logra concentrarse, pero no sacará los apuntes esta vez, ya estudió demasiado la otra noche. 

Empieza a llegar la gente. 

Victoria odia el incesante y molesto murmullo de las voces lejanas que, ajenas al resto del mundo, intrigan y elucubran sobre cuál será la maldita pregunta. 

Pero eso a Victoria le da igual, ahora mismo es incapaz de concentrarse. Ojalá hubiera dormido esa noche.  

Llega el profesor. 

Llega con mucha calma, como si no le alterase el nerviosismo general, llega incluso altivo: “en mi poder está la pregunta, y esta pregunta determina que vosotros, el día de mañana ocupéis mi lugar”. 

Cada uno toma su asiento, algunos estratégicamente. 

El profesor reparte los folios, de un blanco que da miedo, y sonríe, sonríe pues sólo él conoce la maldita pregunta. 

Crece el nerviosismo, pero ya nadie puede hablar: “sólo quiero un bolígrafo sobre la mesa”. 

Al pupitre de Victoria llega por fin la hoja en blanco, que ni siquiera mira. 

Entonces, veinte pares de ojos abiertos se posan en la pizarra pues, el profesor acaba de escribir la pregunta. 

Se oyen algunos murmullos jubilosos, otros decepcionados, e incluso hay gente que abandona la clase, pero claro, ellos si podrán dormir esa noche.

Por supuesto, Victoria conoce la respuesta a la perfección. Sabe que se encuentra en el tercer párrafo de la página cinco del tema siete. 

Ahora es cuando debería coger el bolígrafo de valiente tinta azul y empezar la danza de la escritura durante la escasez de media hora, y rellenar con jeroglíficos de fría tinta, una hoja escandalosamente blanca.



Pero en lugar de ello, Victoria se plantea por un segundo qué ocurriría si no contestase bien la pregunta. 

Por supuesto estaría suspensa, pero no crean ustedes que sólo es un suspendo, es mucho más. 

Al suspender ese examen y, por consiguiente la enigmática asignatura, Victoria ya no tendría superado el total de créditos.

A ello le sigue la negación de la mísera beca que recibe para estar más horas en carretera que ante la pizarra. 

Pero claro, sin beca, cómo seguir estudiando una carrera de, como mínimo cuatro años, cuando sus padres tienen una familia que mantener... 

Ya sin beca ni carrera, no le queda otra que ponerse a trabajar, y por supuesto ayudar a sus padres. 

Victoria se pregunta a qué trabajo puede acceder una joven que ha dejado los estudios; las opciones no son muchas: 

Trabajar de camarera en un restaurante de comida rápida, donde va a limpiar más que a cocinar; o, en su defecto, podría ser limpiadora y operarse de ciática a los veintisiete años. 

Por supuesto, con el trabajo ya no tendría tiempo para salir con sus amigas, ni para borrarse las ojeras, pues por culpa del dinero Victoria no consigue dormir y no, no es que su colchón guarde debajo una fortuna. 

Las facturas, los disgustos, las drogas... no dejan vivir a Victoria que, debido a la depresión y la ansiedad, pierde el apetito completamente, y ahora los negros surcos de las ojeras adornan sus pómulos. 

Sus viejos padres han de ingresarla a los veintisiete años en un hospital: con anorexia, sin trabajo, sin novio y sin amigos, Victoria busca consuelo en la literatura, pues antes no había tenido tiempo de leer.

Entonces piensa en el que era su sueño hace unos años cuando, muy ilusionada empezó la carrera, pues de mayor quería ser escritora. 

Pero abre un libro tras otro y las letras están borrosas; la migraña, la droga y la anorexia no la dejan leer; Victoria es víctima de la enfermedad, del analfabetismo y del mundo, que no permitió que siguiera estudiando. 

Faltan siete minutos para que acabe el examen y Victoria sigue absorta en un futuro tan posible como pesimista, tan absorta que el tiempo pasa muy rápido, mirando al suelo, y a nuestra Victoria, camarera, escritora, limpiadora y soñadora, no le da tiempo a hacer el examen.


4 comentarios:

  1. Como nos puede girar la vida por una acción mal elegida, o una oportunidad perdida...

    Buen trabajo Paloma

    Un saludo

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  2. Hola.

    Nuestra más emocionada enhorabuena por este relato.

    Nos acabamos de enterar de que has ganado un premio con él.

    Así que, muchísimos más ánimos te dará ese reconocimiento para seguir con tu "empeño" y tu afán de escribir.

    Un fuerte abrazo.

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  3. Dios, me ha angustiado mucho este relato. Aunque supongo que esa era tu intención, transmitir esa ansiedad en momentos tan cruciales. No me extraña que ganases, enhorabuena.

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    1. Lo cierto es que está extremadamente exagerado, plagado de negatividad, pero sí, esa era mi intención, la de angustiar al lector.
      Lo cierto es que a mí me llegó a pasar algo parecido, pero no en mitad de un examen, sino por las noches (soy muy negativa).

      Muchas gracias por tus palabras, un abrazo.

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