jueves, 12 de enero de 2012

Constelación.



- Hola, dijo el joven al que le gustaba hacer masajes. 
- Hola, dijo la joven que tenía muchos lunares en el brazo. 
- Si quieres puedo masajearte. 
- Bueno vale. 
- Tienes muchos lunares en el brazo derecho... parecen una constelación. 

La joven de los lunares sonrió tímidamente, sin ser consciente del significado de la frase: me gusta dar masajes, me gustan las mujeres, me gusta tu brazo, me gusta la astrología, me gustan los lunares, me gusta tu brazo de mujer lleno de lunares porque parecen una constelación. 

- Estás muy tensa. 
- Ah, si tu lo dices... 
- Se te nota en los hombros. 
- Estoy agotada. 
- Mejor ahora ¿no? 
- Sí, lo haces bien. 
- Me he entrenado, solo hay que saber dónde hacer presión. 
- Entonces puedo hacerlo yo también. 
- Si quieres lo intentas tú después conmigo. 
- Bueno vale. 

Esta vez la sonrisa fue irónica, ¿debía estar la mano de él tan cerca de su pecho cuando se trataba de masajearle los hombros? Quizá tuviera tensos los pechos; pero aún así no tenía derecho a llevar su mano hasta allí.

Fue consciente en ese instante de la ligereza de su ropa, seguramente él tenía una muy buena perspectiva de sus pechos desde aquella posición y, con un poco de suerte pudo verle los pezones. ¿Entonces fueron los lunares o fueron los pezones quienes guiaron su mano? 



El tiempo transcurrió lento, pero el joven de los masajes se cansó de masajear; quizás esperaba una respuesta de ella, o simplemente ya no quería hacer masajes y le bastaba con haber sobado su moteada piel. 

Bueno, me voy a dormir que es tarde; mintió el joven de los masajes mientras la chica se subía el tirante izquierdo. Él se hubiera excitado si ella no le mirase de aquella manera tan suya, tan desconcertante. 

Bueno vale, hasta mañana; contestó la joven de los lunares mientras oía cómo se cerraba la puerta. 

Aquella noche el joven de los masajes se masturbó, por enésima vez, pensando en los lunares del brazo derecho de la chica, y en un bonito par de lunares que ella tenía a pocos centímetros del pezón izquierdo. 

Mañana masajearía a otra joven que tenía muchos lunares en la espalda; sobaría aquella espalda hasta tener suficiente para masturbarse por la noche, y volver a buscar a otra chica con lunares a la que poder sobar, y así hasta haber sobado a todas las chicas de la ciudad que tuviesen lunares, para poder viajar y coleccionarlos todos, ir a otros países y seguir sobándolas a todas, a todas las chicas que tuviesen lunares por todo el cuerpo y que quisieran ser sobadas. 

Aquella noche, la joven de los lunares se masturbó por primera vez, recordando la forma que él tenía de mirar su brazo moteado de constelaciones, y el momento en que deslizó su mano hasta rozar uno de sus pechos para no volver a tocarla nunca más.


4 comentarios:

  1. Hola.

    ¡Estelar!

    Me encanta el párrafo que sigue al primer diálogo.

    Y esos finales tan tuyos...

    Besitos.

    Y enhorabuena (por esto y por lo otro).

    ResponderEliminar
  2. ''para no volver a tocarla nunca más.''

    Me encanta cómo lo has terminado
    Saludos :)

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias! El diálogo he procurado que sea lo más austero posible, para que el final fuera así de impactante :)

    ResponderEliminar
  4. Hola, hermoso blog,
    los relatos, historias.. bellamente contados....

    ResponderEliminar