domingo, 8 de enero de 2012

Recuerdos de mi niñez.



A mi padre el escrito, a mi madre la imagen.

Cuando era niña solía soñar con el fin del mundo. 
Pero mi preocupación no era su destrucción, ni las muertes, lo que a mi más me inquietaba era perder mis posesiones: en mi sueño, mi tan realista progenitor venía a buscarnos a mi hermano y a mí, asustados por el ruido de las bombas, el humo y los temblores de la tierra; entonces nos cogía de la mano “¡tenemos que salir de aquí!”, nos decía. Pero yo no podía, era incapaz de dejar allí tantos recuerdos, debía conservarlos. “Coge solo una cosa” me decía mi padre, entonces yo intentaba elegir uno de mis juguetes favoritos, pero me era imposible y siempre, en todos los sueños, por culpa de mi indecisión, el tiempo se agotaba y una estrepitosa bomba alcanzaba nuestra casa, y yo me despertaba, con mi juguete en la mano. 





También en otra ocasión, cuando era niña y mi padre veía las noticias de las tres, yo las oía pero sin escuchar. Hasta que un día una noticia horrible (como tantas otras) me causó terror: por lo visto, unas personas del norte llamadas E.T.A. (desde entonces esas siglas no se me olvidarían) habían matado a un señor en su propia casa, entraron sin más y le dispararon. 

Desde entonces, hubo un sueño que se me repetía: estando en casa con mi familia y al oír que llamaban al timbre, mi padre corría a abrir la puerta y un señor con la cara tapada le disparaba y se marchaba tan tranquilo al ver que se desangraba. Hubiera preferido que ese señor nos matase a todos (mis padres, mi hermano y yo), pues no me imaginaba mi vida sin mi padre. 

Después de muchos días soñando el mismo tormento, decidí contárselo a mi padre, a lo que me confesó sorprendido: “pero esas personas no van a llegar hasta aquí (el sur) solo para matarme, pues solo atacan a la gente que se mete con ellos”. 

Yo me lo creí, incluso me avergoncé de mi ignorancia y me quedé más tranquila al saber que mi padre no había molestado a nadie. 

Pero entonces, unos años más tarde, de nuevo en las noticias de las tres, dijeron que E.T.A. había puesto una bomba en una estación, y que había muerto mucha gente. 

Entonces pensé en mi viaje de fin de estudios a Madrid; decenas de niños del sur en una estación y que nunca habían molestado a los señores del norte pero que, tuvieron la mala suerte de estar en la estación a la misma hora en que la bomba estaba programada, tan lejos de mi padre.



3 comentarios:

  1. Hola.

    Esperamos que ya esas pesadillas hayan desaparecido (aunque ahora soñarás con exámenes y trabajos que no le llegan al correo de la profesora...)
    Deseamos, que nunca más te molesten: ni ETA, ni bombas, ni pesadillas de ningún tipo.
    Y te damos las gracias, por la imagen, por el escrito y por ti misma.

    Besos.

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  2. No desesperes. Ya ves que ha pasado el tiempo y que nada le ha sucedido a tu padre, además esos señores cuyas siglas no olvidas han prometido no matar más y hace tiempo que todas las noticias relacionadas con ellos son sus detenciones. Por otro lado, no desesperes: la calidad de tus relatos hará que pronto sean legión tus seguidores. ¡Ánimo!

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  3. De nada por mí misma :)
    Y menos mal que no le ha ocurrido nada a mi padre y sigue ahí, cuidándome, que aún lo necesito :)

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