miércoles, 20 de marzo de 2013

Escarificaciones.




La tarde permanecía tranquila, hasta que se cansó de estar serena. Yo nadaba en la piscina, y un destello en el cielo me hizo temblar, erizar mis vellos y todas las sensaciones que profetizan el caos más horrible. El cielo se enfureció con la tierra, como dos amantes que se odian con sus miradas y con lágrimas, el cielo hizo callar a la tierra, que no toleraba el agua.

La piscina se desbordó de sus límites azules, y se transformó en un mar frío, artificial, del que emergieron dos purpúreos pulpos paquidérmicos, con pausados pasos de patas puntiagudas, penetrantes, punzantes. Empezó a llover, tronar, granizar y nevar al mismo tiempo, y todas las inclemencias del tiempo hicieron imposible la huida. Algo desconocido, una fuerza oculta en la mente que nos conduce a la locura, me incitó a sumergirme en el agua, junto a los monstruos.


El frío invadió mis entrañas, y los pulmones se llenaron de aire caliente, pesado. El traje de baño me oprimía, pero era horriblemente placentero nadar con los pulpos, que pronto advirtieron mi presencia. Me abrazaron, desnudaron, amaron y descuartizaron la mente en un torbellino de sensaciones marítimamente deliciosas. Cuando terminó mi inconsciencia, huí del líquido amniótico de las pesadillas, ya el cielo se había calmado, otra vez. Seguro que la tierra se arrodilló arrepentida de sus actos y juró armonía, al menos por un tiempo.

Me sentí desnuda, bañada por el sol, el aire era muy violento de respirar; de entre mis pechos brotaron unas marcas africanas, a modo de escamas de cocodrilo, un río de sangre que recorría el epicentro de mis dos montañas blancas.


Acaricié mis heridas con terror, mi piel gritaba en silencio, el dolor se extendía cual cáncer ultrahumano y el tamaño de mis incisiones crecía en fracciones de segundos.

El calor aumentaba sobre mi piel, mojada y doliente; la excitación del cielo se hizo latente, atraído por las mentiras de la tierra fría, mojada, tierra que se pega siempre a los zapatos, a las uñas.

Aquella noche, soñé con África en Agosto: los nativos me abrieron el pecho para beber mi sangre blanca, mojada en la sal de las piscinas occidentales. Sal, guijarros y gusanos en mi pecho, abrieron mis heridas para vivir dentro de mí.


4 comentarios:

  1. Hola.

    Terribles y bellísimas imágenes.

    ...Y la P se escarificó entre pulpos y piscinas.

    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La P se metamorfoseó en otro pulpo más, nadando entre las sílabas.

      Gracias, un beso.

      Eliminar
  2. Este relato responde perfectamente al título del blog, un delirio entre sueño y pesadilla, entre deleite y martirio subacuático; pero por encima de todo, atractivo en imágenes y texto de la primera a la última palabra.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es un surrealismo doloroso y delicado, surgido de mis más aterradoras pesadillas.

      Me alegro de que el relato resulte atractivo en ambos sentidos.

      Gracias, un abrazo.

      Eliminar