A los treinta y tres años, Héctor había alcanzado lo que la mayoría de los hombres quieren: era el jefe de su propia empresa, tenía una casa enorme a las afueras de la ciudad, un coche fabuloso, una ropa fabulosa y un grandísimo éxito con las mujeres.
Sin embargo, Héctor
siempre había despreciado a las mujeres; tomaba de ellas lo
necesario y después las abandonaba, recurriendo a falsas promesas
para conquistarlas.
Puede que su misoginia se
debiera a su padre. Desde que Héctor tenía memoria, su padre, un
militar jubilado prematuramente, despreciaba y maltrataba a su madre.
En cuanto tenía ocasión
la humillaba, y cuando llegaba ebrio a casa siempre la golpeaba:
Así es como hay que
tratar a las mujeres hijo, si no se creen que las quieres más de lo
que las necesitas.
A los siete años era
incapaz de comprenderlo, pero aquella frase escondía un significado
oculto: su padre pegaba a su madre porque la necesitaba, la amenaza
era una forma de asegurar su fidelidad, el amor de ella, pero nunca
de él.
El padre jamás dejó que
la madre besara al chico, y cuando la maltrataba de cualquier forma,
le obligaba a mirar, como si se tratara de clases particulares para
aprender a ser más hombre.
Tu eres fuerte hijo,
cuando naciste no lloraste, y nunca lo has hecho, estoy orgulloso de
ti.
Los años pasaron pero
Héctor no hizo más que, inconscientemente odiar a las mujeres.
Despreciaba a su madre,
pero quizás fuera porque no se defendía, y al día siguiente
siempre volvía a preparar la cena con esmero y un condenado silencio
que no hacía más que crecer su odio.
A los dieciocho años,
Héctor abandonó lo que él creía su hogar, dejando a su madre
junto al monstruo con el que algún maldito día decidió casarse.
Para triunfar en la
vida, no olvides todo lo que te he enseñado hijo. Se despidió
orgulloso su padre, mientras la madre intentaba secar una única
lágrima brillante, era la primera vez que alguien lloraba en su casa.
La vida de estudiante era
fabulosa, Héctor podía pasarse el día entero masturbándose, ya
que las broncas de su padre no interrumpían la delicada maniobra.
Pero aquello no era
suficiente. Había una chica en clase que siempre le miraba, una
rubia de ojos azules encantadora, pensó él.
Me gustas. Se
atrevió a decir Héctor un día.
Tu también me gustas,
dijo ella tímidamente.
Lo sé. Contestó
Héctor mientras la cogía de la mano y la llevaba a su habitación.
Estaba nervioso, era su
primera vez, pero no podía permitir que ella lo notase.
Hicieron el amor, o algo
parecido, pues en el mismo momento en que Héctor eyaculaba la chica
gritó, pero no de placer.
Héctor la miró
asustado, los ojos de la joven se habían vuelto blancos, y el pulso
desapareció en sus venas.
Héctor se recuperó
pronto, cuando logró conquistar a otra compañera de clase.
Inconscientemente, se estaba convirtiendo en su padre.
Descubrió que encontraba
aún más placer en aquel grito agónico que acompañaba su
eyaculación. El sexo sin la muerte ya no tenía sentido.
Recordaba las enseñanzas
de su padre, su desprecio hacia las mujeres, se sentía como un
hombre y no le importaba hacer lo que hacía.
Cada vez era más fácil
seducirlas, engañarlas, llevarlas a la cama, despreciarlas
mentalmente y quitarles la vida a través de su propio placer, mediante su
semen mortal.
Hasta que un día... Un
día de estos en los que el cielo es de color rojo y te levantas con
la sensación de que algo nuevo está apunto de sucederte, Héctor
salió de casa como todas las mañanas, pero vio a aquella mujer.
Su pelo tan rojo como el
cielo resultaba inquietante, la blancura de la piel le recordaba al
frío mármol de las más tristes Venus, los ojos tan verdes y
profundos que dolían.
Era perfecta para él, y
él era perfecto para ella, solo que aún no lo sabían.
No fue difícil concertar
una cita, ni tampoco llevarla a su habitación; pero una vez allí,
Héctor no supo contenerse.
Te amo...
Podía parecer ridículo
pero, amaba el rojo de su pelo, amaba la textura de aquella piel que
aún no había tenido el placer de acariciar, blanca y fría, y sus
ojos... parecían atraerlo como las sirenas atraen a los marineros
más románticos hacia la muerte.
Y no tenía problema en
decírselo: Te amo.
Para él era como
escribirle mil poemas y canciones, era algo que ella tenía que
saber, si no su belleza se esfumaría para siempre.
Te amo.
La mujer parecía estar
acostumbrada a aquel tipo de confesiones, pero eso no la hacía menos
deseable.
No se contuvo y la
abrazó, la abrazó tan fuerte y delicadamente como pudo, sabiendo
que podía romperse con su abrazo (como el mármol) pero sosteniendo
los pedazos que formaban su delicado cuerpo.
Ella también le abrazó,
pero no parecía amarlo ni contenerlo, solo desearlo.
Instintivamente, se
besaron, también de forma instintiva se desnudaron, como dos
animales a los que les sobra la segunda piel.
Contemplarla así era aún
más sublime, Héctor sentía que no podía amarla más y, sin
embargo, cada vez estaba más cerca de la locura.
En un abrazo infinito,
los cuerpos se fusionaron, dispuestos a la eterna unión que, oh no,
Héctor recordó lo que ocurría cada vez que se acostaba con una
mujer, ese tremendo final de placer que experimentaba con la muerte
de la desdichada.
No podía dejarla morir a
ella, la amaba.
En un acto de
desesperación, Héctor escapó del abrazo de la mujer y le contó
qué sucedía, y la horrible persona que era (aunque no menciono a su
padre).
Magnifico..
ResponderEliminarUn saludo afectuoso.
Mil gracias.
ResponderEliminarUn saludo igual de afectuoso.
Buena historia, como molan las imagenes!!! buen blog, te sigo... http://peter3tears.blogspot.com.es/ este es el mio, espero que te guste y si quieres no dudes en seguirme!!! :)
ResponderEliminarMuchas gracias por tu opinión y por seguirme, ya te sigo yo también.
EliminarUn saludo.
muy buena historia, jamás me hubiese imaginado el final
ResponderEliminarsaludos y ya te estoy siguiendo!
xx
Muchas gracias por leerme y por seguirme, te sigo yo también.
ResponderEliminarMe alegro de que no esperases el final, de eso se trataba.
Un saludo.
De verdad que se te dan genial los relatos cortos. Muy bien narrado y un final conmovedor.
ResponderEliminarSigo dejándote comentarios conforme me los voy leyendo. Seguramente sea relato por día para degustarlos mejor :)
Oh! Muchas gracias por comentarme María! :)
EliminarMe hace mucha ilusión, y tu opinión ya sabes que me importa; estaré encantada de que sigas leyéndome y comentándome.
Gracias de verdad, significa mucho para mi.